martes, 16 de diciembre de 2014

Hoy el día de Kandinski


Hoy es el  día de Vasil Kandinski, pintor ruso precursor del arte moderno con su obra y su libro "Punto y línea sobre el plano".  En la colección permanente del Museo Soto conocí su abstración lírica.

miércoles, 2 de julio de 2014

Las obras visuales de Pérez y Latorraca

(Reportaje de Américo Fernández publicado el 3 de diciembre de 1984 en el diario El Expreso)
José Rosario Pérez

Obras de Pérez y Latorraca
un desafío a la capacidad perceptual

·       Los dos artistas de la plástica exponen sesenta obras  bidimensionales y espaciales  en la sala de are de Sidor.
·       Latorraca piensa en la cuarta dimensión utilizando el rayo laser y José Rosario Pérez inventa una cámara  para sondear los misterios del color blanco.

Hacia los años sesenta el arte de la abstracción perceptual hizo su aparición manifiestan, Joaquín Latorra­ca y José Rosario Pérez, el primero hijo de un periodista y de un sastre el segundo. Ambos, andaban por las aulas liceístas tocados en alguna forma por la efervescencia revolu­cionaria que tenía sus nú­cleos más sensibles en las 'universidades, en las Casas de Cultura y en las montañas.
Soto, Cruz Diez, Narciso Debourg, Omar Carreño, ya se entendían en París con el Movimiento óptico y cinético y a Venezuela llegaban los destellos de Agam, Calder, Duchamp, Vasarely y otros atrapados por la magia del nuevo arte que rompía brus­camente contra todo lo que oliese a figurativismo.
José Rosario Pérez y Joa­quín Latorraca no dejarán la escuela de la pintura tradi­cional sino ocho o diez años después cuando la Casa de la Cultura de Mimina Rodrí­guez Lezama, la Galería Nivel 17.9 de Lobelia Guzmán y el Grupo Araña de José Quiaragua Pinto, Enrique Aristeguieta, José Laurencio Silva y Oswaldo Páez ser­vían de fermento a las inquietudes juveniles, también mo­tivadas por las visitas fre­cuentes de Soto y de los artistas que junto con el pintor guayanés estaban de­trás de la idea de un museo de arte para Ciudad Bolívar.
 Latorraca debutó en el arte moderno con sus formas arrojadas al espacio, mientras José Rosario Pérez vio en la abstracción geométrica una posibilidad de recreación creativa mayor que la del carboncillo traduciendo la expresión facial de la gente.
A partir de allí no ha habido pausa en el camino trazado. Latorraca ha quemado cua­tro etapas sin caer en re­trocesos ni desviaciones y lo mismo se puede afirmar de Pérez, con quien ahora confronta su obra en la Sala de Arte Sidor, la misma que no hace mucho exhibió escul­turas del inglés Henry Moore y serigrafías del alemán Jo­sef Albers, con su homenaje al cuadrado que resalta el hecho de la dinámica óptica variando la relación tanto métrica como cromática.

EL CUADRADO DE JOSE ROSARIO PEREZ
El cuadrado de José Ro­sario Pérez que se repite en serie nada tiene que ver con el cuadrado cromático de Albers. En todo caso, con Malevich que tiene una obra llamada "Cuadrado Blanco sobre Cuadrado Blanco". De aquí dirá él que parte su obra. El cuadrado de Pérez es sólido, puramente blanco y en miniatura, que se repite en series y en forma estructu­ral sobre un plano dando la sensación de tranquilidad e interferencia a la vez. Cuan­do el espectador se adentra a la profundidad de la obra llega a detectar el fenómeno de reflexión y absorción de la luz. La luz es blanca y Newton demostró que el color es el resultado de la descom­posición de la luz blanca. Por ser totalmente blanca en la obra de JRP, la luz no es absorbida, pero el artista se la ingenia para aprehen­derla en los hundimientos provocados por la separa­ción cuadricular de los só­lidos. La longitud de onda de la luz proyectada sobre la obra provoca movimiento y tonalidades que van desde el gris perla hasta el azul.
Se requiere, indudable­mente, un buen sentido de la percepción para registrar es­te fenómeno sutil que el artista traslada a otra dimensión utilizando la secuencia del cubo sobre el vértice contrapuesto al de las caras donde se materializa el mis­mo juego cuadriculado de los sólidos.

LAS FORMAS VECTORIALES DE LATORRACA
Las "Formas Vectoriales" de Joaquín Latorraca enca­jan dentro de su misma línea de siempre y en la Sala de Arte de Sidor que dirige la Nena Acosta están conte­nidas en 14 estructuras, 15 alguna vez con el auxilio de la cibernética y utilizando el rayo laser. Ya entonces se hablaría de la cuarta dimensión.
Si la fotografía ha llegado a la tercera dimensión (la holografía) con la utilización del laser, seguro que llegará a la cuarta por la misma vía es cosa de ver en tiempo cer­cano. Joaquín afirma que su obra es un cubo visto de distintas maneras en el espa­cio y que el problema es de percepción. Un cubo destro­zado lanzado al espacio sigue siendo el mismo cubo, pero nadie lo reconocería y allí la intríngulis de la cuestión. Se plantea entonces un proceso en el que hay que  plantear los problemas de velo­cidad de la obra, dirección, profundidad, espacialidad, color, forma, ángulo visual.

RETO A LA CAPACIDAD DE PERCEPCION
José Rosario Pérez, pre­miado con la Cruz del Sur del Salón Ernesto Avellán en 1973.  Ha realizado durante su vida de pintor 20  exposicio­nes individuales.  Participa­do en 50 colectivas y en la Sala de Arte de Sidor sus obras se reducen a 13: 10 cubos, dos estructuras de 1,80 por 1,80 y una tercera de 1,20 por 1,20. La obra de Pérez es real­mente dominante, hasta el punto de que llega a aplas­tar el verde terrible de la alfombra de la sala.
-¿Por qué el blanco y el cuadrado, dos elemento sim­ples?
-Porque lo genial reside en lograr lo máximo con lo menos, con lo más simple. .
.-¿De dónde parte tú obra?
-De una posibilidad adver­tida por en las obras del ruso Malevich  nacido en Rusia el siglo diecinueve y del cual  hay una obra original en el Museo Soto.  Pero la obra que me abrió el camino fue el Cuadrado Blnco sobre el Cuadrado Blanco.
¿Te dejó algo tu pasantía por el Museo Soro?
-No puedo quejarme, aproveché elñ tiempo a pesar de mis últimos malos ratos.
-¿Qué explica tu obra?
-Mi obra se explica por si misma, tiene un lenguaje muy propio al cual se llega con agudeza perceptual.
-¿Y por ese camino a dónde piensa llegar?
-Estoy apenas comenzan­do, no tengo prisa, cuando haya avanzado más entreve­ré mejor lo que esté por el momento más allá de mi alcance. Tengo mucho por hacer y entre las cosas, está la de construir una cámara para seguir investigando y profundizando sobre las posibilidades del blanco
-¿Tus obras todas parecen iguales?
-A primera vista mis obras son iguales, pero luego que se profundizan y observan de­tenidamente se concluye en que son diferentes. Hay un punto de diferencia de una a otra obra y esto planteado así es como un desafío a la capacidad de percepción del ser humano. Eso es parte de mi planteamiento. Aunque parezca lo contrario, cada una de mis obras tiene su propia personalidad, su indi­vidualidad. Tienen una vida propia dentro de un sistema en la que interactúan. Esto puede observarse en la serie de los diez cubos donde cada uno tiene una fragmenta­ción en tres caras que van evolucionando al tiempo que dan una sensación de ener­gía.
.-¿Con qué material traba­jas?
-Con madera contra-encha­pada, tratada, lijada y reli­jada, cola plástica, resina y una técnica de estuque de cola con yeso que descubrí sin saber que ya existía y que le da a mis obras esa tex­tura tan particular que presenta .

MI OBRA SE CONFRONTA ASI MISMA
Joaquín Latorraca no lleva cuenta de sus exposiciones, pero asegura que ha participado más en colectivas que en individuales porque parte de la creencia de que es más importante la confrontación.  Le preguntamos entonces si su exposición en la Sala de Arte de SIDOR es una confrontación con la obra de José Rosario Pérez y respondió:
-Toda mi obra se confronta así misma y también forzosamente con la del compañero con el cual expongo.
¿En qué se identifican ustedes dos?
-Desde el punto de vista  artístico nos identificamos en el sentido de que creemos en lo que hacemos.
..-¿Existe relación entre tu obra y la de Pérez?
-Hay una relación espacial  que consiste en sacar plano el objeto, las formas, pero hay fenómenos ópticos, movimientos retinales que logran de un modo y, yo, otro. Ambos utilizamos la madera, pero la trabajamos y la tratamos de manera distinta. La textura de mi obra es más delicada mientras que la de Pérez es más piedra.
Yo observo que Pérez trata de lograr muchas cosas utilizando simplemente un color y una sola forma geométrica, mientras tú recargas tus cuadros con diversos colores?
-El color me ofrece muchas  posibilidades en lo que investigo y admito que variablemente he trabajado con colores muy cálidos, muy fríos y muy fuertes, pero  ahora estoy de regreso al pastel, color con el cual empecé. Siempre he tenido tendencia hacia el pastel.  Rreconozco que una de mis fallas ha estado en la utilización de colores agresivos, pero los he ido tonificando hasta lograr un clima tranquilizante.
-Observo igualmente que mientras JRP logra sus efectos ópticos con la repetición constante del cuadro, tú lo haces con figuras romboides superpuestas?
- No son romboides sino cuadro desplazados.  Puede ser que estén en forma romboidal, pero para mí son líneas de corte biselado que dan sensación de cuadro en desplazamiento, en fin, materia en movimiento flotando en el espacio.
-¿Cuántas etapas se cumplen ya en tu carrera de artista?
--Cuatro sin incluir la figurativa.  La etapa de las formas arrojadas al espacio que es el comienzo de lo que hago ahora; la etapa de las esculturas; la de materia y luz y la de ahora que son las formas vectoriales.
¿Vectoriales, por qué?
-Por la sensación vectorial que despide..
¿Por supuesto que es la etapa más seria?
-Es la más seria de mi vida, pero no la final. Para mi es el primer paso para algo más trascendente y a tono con los adelantos técnicos y científicos que implican pensar en la cibernética y en el Rayo Laser
-José Rosario Pérez dice que su obra parte de una situación dejada en suspenso por Malevich ¿En tu obra se plantea alguna situación similar?
-No, específicamente.  Es una consecuencia que parte de 1969 con las Formas Arrojadas al Espacio.
-¿Oi decir que tu obra contiene elementos de la obra de Fausticuatritis, la artista italiana, esposa de Getulio Alviani?
-Hay unas cuatro obras de ella con algunas piezas de las que yo llamo “vectoriales”, pero evidentemente que el concepto es muy diferente.
¿Hay continuidad en tu obra?
-Siempre la ha habido sin que quiera decir que no haya habido modificaciones y alguna ruptura.  Yo descubrí en esta etapa  de mi vida que lo mas importante es el desplazamiento de las formas en el espacio  en esa línea me he mantenido.
El 2 de diciembre cuando concluya esta exposición en la Sala de arte Sidor, José Joaquín Latorraca viajará a Margarita para participar como invitado en la Bienal Nacional de Esculturas “Francisco Narvaez.



miércoles, 18 de junio de 2014

OSTO O EL TRAZO QUE NO CESA


Edgar José Osto Rondón expone en el Centro de las Artes invitado por la Dirección de Cultura del Estado, luego de cuatro años ausente de las galerías de arte visual.
         Durante ese receso impuesto por circunstancias inherentes al curso y proyecto de vida,  ha podido poner en orden sus ideas relacionadas con el arte que profesa y ejerce ininterrumpido y con invariable estilo, desde temprana edad: el arte de la pintura y el dibujo sustraído constantemente por el periodismo impreso en una de sus modalidades de mayor aceptación como es el humorismo de leyenda y trazo.
         En esta exposición individual de Osto, no sólo se trata de la caricatura de gran formato, sino de la caricatura descompuesta a la luz del prisma y en evidentes casos escapándose de sus moldes característicos para vincularse con el paisaje natural,  humano, y hasta con el mito y la leyenda de la anécdota actual o tradicional.
         De todas maneras, aquí en esta exposición de 36 obras, clasificadas, catalogadas y alineadas, la ciudad del río se retrata en hechos cotidianamente experimentados al correr de la existencia.
         Él artista ha podido llegar hasta aquí engarzado en la voluntad, en el impulso de una sensibilidad que no claudica ante lo estético aún cuando lo insólito, lo absurdo o inadmisible  se cuele por sus bordes.
         Edgar José Osto Rondón está aquí de nuevo con diversidad de trazos y colores que sustraen al espectador de su estado de pasividad para hacerlo activo en el acto recreativo de lo que ya ha visto, sentido, presentido o quiere ver en suerte de sorpresa interpretativa para refocilamiento de la mente y del espíritu.
Ciudad Bolívar 25 de abril de 2008
Américo Fernández

         

miércoles, 16 de abril de 2014

Danza impresionante (Breathtaking)

Breath taking
نفس کش!
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Una hora del Viernes Santos


José Angel Viña Bolívar

22:57 (hace 0 minutos)
para AméricoVíctorYuraimamairin.rodrigu.dorianlefebre
Queridos amigos y amigas: acabo de subir el midi de una hermosa obra sacra que transcribí titulada "Una hora del Viernes Santo", del compositor bolivarense José Mármol y Muñoz (1825-1888), Maestro de Capilla de la Catedral de Ciudad Bolívar, director de la Banda Marcial de Ciudad Bolívar y de la Banda Marcial Caracas, músico de la "corte" del General Guzmán Blanco, primer músico bolivarense de trascendencia nacional y profesor de importantes músicos en Caracas durante muchos años. Está escrita para dos sopranos; coro de bajo, tenor y barítono;  violín; cornetín; clarinete en sib; flauta y órgano. A partir de 1.17 minutos comienza la voz, cuyo texto es obra también de Mármol: "Murió en la cruz afrentosa, el sumo bien, Dios y padre. Incierta fe, dulce madre, no comprendió tu dolor. Lloren las fuentes, los mares, la humanidad, el desierto. Por nuestras culpas ha muerto: misericordia señor". Es una obra conmovedora y representativa del estilo compositivo de este autor.
Lo comparto con ustedes, guayaneses todos, para honrarlos por su amistad, por estar cerca los días santos y por ver si logramos alguna vez, ahora que tenemos las partituras, hacer sonar esta música del siglo XIX bolivarense nuevamente. Ojalá les anime.
Gracias de antemano por su receptividad. Feliz semana santa.

jueves, 10 de abril de 2014

GUSTAVO RODRÍGUEZ actor dramático




A esta antigua casona de la Calle Boyacá con la Concordia no venía creo desde finales de los sesenta.  Aquí conocí a su sobrina Jenny van der Dick cuando la postulamos como candidata a Reina de los Periodistas, lo mismo que a su hermano Boris Planchart, atleta de la selección nacional de voleibol y vicepresidente del Comité Olímpico.  Cuando eso Gustavo Rodríguez, quien también había nacido en esta casa el 18 de febrero de 1947, se hallaba en Caracas estudiando sociología.  Después supe más de su persona por boca de él mismo cada vez que le tocaba visitar Ciudad Bolívar, a la que me dijo nunca le perdía el pulso.  Me contaba episodios de su infancia como alguna vez me los contó Alejandro Otero y Rafael Pineda, pensando seguramente que algún día tenía que referirme a ellos como, en efecto, lo hago ahora ante el cortejo y ritual de  sus cenizas que ahora serán esparcidas en el río como antes las de César Gil Samy, compañero de sus correrías en los años  cincuenta junto con  Alberto Camacho,  Tomás Gómez, Horacio Villamonte y Ernesto Guevara.
         La Ciudad Bolívar de entonces era todavía  plácida, casi bucólica y la relación humana bastante estrecha.  Ya su padre José Leandro Rodríguez había muerto. Su padre era sombrerero de oficio, pero su vocación realmente era la de actor y no perdía la oportunidad de las  Compañías teatrales que pasaban por la ciudad para aceptar papeles eventuales.     Pero hubo un tiempo que no pasaban Compañías sino Circos de malabaristas, equilibristas y payasos y aceptó suplantar por emergencia a un equilibrista de la cuerda floja con tan mala suerte que cayó y quedó inválido para siempre.
          De su padre le vino a Gustavo esa pasión por el desdoblamiento que es el arte del actor, además que en su casa, desde pequeño, le daban pábulo a su vocación histriónica cuando lo disfrazaban de Napoleón, de Julio Cesar, de Gladiador, de Mosquetero y con ellos  ganaba los primeros premios de disfraces infantiles en los Carnavales que eran realmente muy hermosos y respondían a un movimiento cultural de elevada ascendencia.
         Ese movimiento cultural e intelectual bastante     acentuado de entonces se ha perdido a causa de la demagogia política, el facilismo y el afán de lucro. A la ciudad actual pareciera importarle más el poder económico y político que otros valores entrañablemente humanísticos.
         Gustavo Rodríguez estudió primaria en la Escuela Federal Tomás de Heres.  Una vez me contó que cuando cometía alguna travesura la maestra lo castigaba en el cuartico que le sirvió de celda al General Piar.  Entonces era monaguillo de la Catedral y por  la vía de Monseñor Juan José Bernal Ortiz, quien había sustituido a Monseñor Mejía como  obispo de la Diócesis, ingresó al Seminario Cristo Rey, pues quería ser sacerdote, Estaba tan adelantado que llegó a ser Maestro de ceremonia y organizador de las misas pontificales, pero su dudosa vocación se quebró antes de tiempo, pero le quedó el regusto por la ceremonia que llegaría a reflejarser sobre las tablas del teatro caraqueño.
         Su paso por la Catedral lo llegó a revivir con marcada emoción en  junio de 1994 cuando le tocó actuar dramáticamente en “Angostura, el oratorio de Piar” composición musical con la que el Maestro Luis Morales Bance invoca el espíritu del héroe de San Félix, con texto de José Manuel Peláez y actuación de la Cantata de Solistas de Venezuela, los Niños Cantores de Villa de Cura y la Coral Voces de la Gran Sabana.
Después del Seminario prosiguió la secundaria hasta el tercer año en el Liceo Peñalver. El Bachillerato lo terminó en el Liceo Aplicación de Caracas y luego ingresó a la Universidad Central de Venezuela para seguir la carrera de Sociología que interrumpió ya muy avanzado para aceptar  una invitación del Instituto Internacional de Teatro.
En esa ocasión Gustavo se empapó de las experiencias teatrales de vanguardia más importantes de Europa y participó en seminarios con connotados directores de teatros.        En ese entonces vivió intensamente el Mayo parisino y la invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia que lo alejó de la juventud comunista a la que pertenecía.



Estando en el Instituto Internacional, Gustavo tomó la decisión de abandonar los estudios de sociología en la Universidad Central para dedicarse de lleno al Teatro, y así se lo comunicó a su madre María Luisa Orá de Rodríguez, quien nunca estuvo de acuerdo con la decisión y lamentablemente no pudo vivir lo suficiente para ver los laureles de su hijo como actor dramático.
Gustavo no sólo destacó  en el Teatro actuando en un centenar de obras, todas para él positivas incluyendo las consideradas un fracaso porque de ellas aprendió mucho.  Cuando hablé con él en el curso de una entrevista para el Correo del Caroní.  Antes lo había entrevistado para el diario El Nacional, me dio a entender que “La Revolución” fue la obra teatral que lo consagró y le valió todos los premios.
"La Revolución" pieza teatral del dramaturgo Isaac Chocrón  estuvo en Caracas seis meses en cartelera y se montó en varias ciudades del país, entre ellas, Ciudad Bolívar, abarrotando un diciembre las gradas del anfiteatro construido en tiempos del gobernador Andrés Velásquez.
Gustavo Rodríguez no actuaba en Ciudad Bolívar desde 1974 cuando vino con el "Nuevo Grupo" a una temporada iniciada en la biblioteca Rómulo Gallegos, entonces dirigida por Lourdes Salazar y que culminó en el Gimnasio Cubierto de Las Moreas. Fue cuando se estrenó "La Máxima Felicidad" y se montaron obras de gran resonancia como "El Testamento del Perro" y "Resistencia".
Su trabajo en la Televisión también fue muy aplaudido y de hecho se sentía orgulloso de su trabajo  y fue reconocido en su  campo como factor importante de la nueva televisión       venezolana. Aquí se inició con "Peonia", la primera novela venezolana, escrita por Manuel García Romero y encarnó el papel de Pedro Estrada en la telenovela “Estefanía”, la primera a color  por la RCTV, 
En el cine protagonizó varias  películas y en otras formó parte de su elenco.  Recordemos a “Muerte al Amanecer”, “Domingo de Resurrección”, “Borrón y cuenta nueva” y “Los Platos del Diablo”, basada en una novela de Eduardo
 Liendo   y  donde hace de productor y actor al mismo tiempo, pues Gustavo  había fundado una Productora que realizaba miniseries para el Canal 8 y el Canal 4.  "El Dorado" fue uno de esos trabajos, ambientado en las Minas, pero que enfatiza en el problema ecológico de Guayana y en el contrabando de minerales, matizado con hechos dramáticos y de aventura.
Con su hija Juliana Andrea, de su unión conyugal con Gabriela, hija de Julián Pacheco, rodó dos películas.  Gustavo no fue estable en el matrimonio.  Se casó varias veces,  Con su primera esposa Lourdes Ramírez, pedagoga de Tucupita, tuvo a María Fernanda, abogado y con la actriz Sonia Vera,  tuvo a Alexandra, quien estudió teatro en Nueva York. Su última hija: Grecia Manrique.
         Hoy esta familia está de luto como lo está el mundo del teatro, del cine y la televisión, como lo estamos nosotros y toda Venezuela, porque se despide del teatro de la vida uno de sus más histriónicos valores.  Se despide a los 67 años, frotando  como Pavarotti el talismán de la suerte antes de entrar en escena.  Luciano Pavarottí solia utilizar como talismán clavos doblados en el bolsillo.  El talismán de Gustavo era conversar previamente con los muertos.  “Mi talismán son los muertos” me dijo un día. Converso con mi madre, mi padre y hermanos antes de salir a escena.  Pues bien, amigo, converse ahora más directamente con ellos remando como buen guayanés en el rielar luminoso del río que aguarda tus cenizas.      Al fin, como lo cantó el poeta Jorge Manrique: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir”.

Américo Fernández
Ciudad Bolívar 09/04/2014.






martes, 8 de abril de 2014

El pintor Martínez Barrios y la Juez de la Isla de Coche


La abogada y poeta Rogelia Acuña, Juez que fue de la Isla de Coche, posó en varias sesiones  para el artista plástico, José Martínez Barrios, empeñado en hacerle un retrato que terminó en conflicto toda vez que el pintor se enamoró de Rogelia y la celaba de mi cada vez que le hacía el favor de llevarla en mi sedán alemán para que posara.  Martínez vivía en la calle Democracia de Ciudad Bolívar.  Era un pintor onírico, un tanto buscando a Chagal. Vivía acompañado de un gato llamado Pilín que vestía de frac y le hablaba como a cualquier ser humano.  Como Coche era una isla muy sana y sin problemas, Rogelia más era el tiempo que pasaba en su natal Ciudad Bolívar que en la preciosa isla del apóstol  San Pedro. 

viernes, 14 de febrero de 2014

El Museo Vial de Bogarín

TOPICOWeb
El Museo Vial “Rafael Bogarín” que el presidente de la República, Luis Herrera Campins, inauguró el domingo 29, (1982) entre El Tigre y Soledad, es una nueva experiencia del arte contemporáneo, a decir del artista colombiano Omar Rayo, quien junto con el ministro de la Cultura, Luis Pastori y otros artistas internacionales, regresó a Caracas por el aeropuerto de Ciudad Bolívar.
Omar Rayo (en la foto), padre también de un Museo inaugurado en Colombia, participó en el Museo Vial con una valla 2x4 utilizando una técnica y pinturas que no había empleado antes. Su obra es un nudo geométrico que simboliza la hermandad de los hombres.
Omar Rayo, quien permaneció varios días en Caracas donde tenía una exposición de 30 cuadros en la Galería 7-7, explicó que está en algo y que volvió a usar el color en su obra, pues anteriormente pintaba en blanco y negro.
En cuanto a Rafael Bogarín, padre del Museo Vial que ostenta su nombre, se manifestó muy contento por el resultado de su obra cumplida, solo se fue un poco sentido con la prensa bolivarense que nada dijo del Museo.
Bogarín, nativo de El Tigre y conectado con Ciudad Bolívar porque es aquí donde vivía y trabajaba su familia, tenía en esa fecha doce años establecido en los Estados Unidos. En su Museo Vial participó con una obra geométrica integrada a la naturaleza. El es fundamentalmente gráfico y anunció dentro de su investigación plástica una sorpresa que consideró prematura revelar.
Explicó al ser inquirido que se le ocurrió la idea del Museo Vial cuando viajaba de Ciudad Bolívar a El Tigre y se fastidiaba con la monotonía del paisaje. Con esta idea suya el paisaje sería más llamativo y el conductor no traspondría la vía como una saeta.
Lamentablemente el Museo Vial ya no existe porque ya la delincuencia desaforada acabó con esta obra única del mundo, posible de penetrar y visitar a toda hora y estar en él sin límite de tiempo, y lo que era más sorprendente, recorrerlo a pie, en bicicleta, moto, a caballo, en automóvil, camión, autobús. Mirarlo si se quería desde lo alto de un helicóptero y en la forma que se quisiera, con lentes oscuros si el Sol estallaba en la frente o saboreando un raspadito.
Este museo fue imaginado por Rafael Bogarín cuando siendo niño, su padre que era minero del Caroní, lo premiaba llevándolo de paseo desde su pueblo anzoatiguense hasta la empinada ciudad del Orinoco que Bogarín niño pintaba en su cuaderno escolar sobre un cerro que casi rozaba con el cielo.
Era la década del año 50 y a Ciudad Bolívar no se llegaba como ahora por el Puente Angostura sino por chalanas y lanchitas que se cruzaban con barcos vendiendo frutos en el puerto.
Decíamos que Bogarín concibió, fantaseó o imaginó ese Museo, porque él, no obstante su mentalidad infantil, pensaba que la carretera era una recta demasiado larga, interminable, parecía que nunca llegaba al otro extremo y que a los costados de la misma no había sino un paisaje de sabanas monótono evaporándose bajo el Sol implacable del mediodía. De manera, que cuando se hizo hombre grabador y artista, decidió hacer realidad ese museo, un Museo Vial, para que todo el que por allí pasara se entretuviera con vallas y expresiones plásticas agradables a la imaginación y a la vista.
Convocó a los artistas amigos en Venezuela y otros países y a todos les parecía fantástica la idea menos para los delincuentes de estos tiempos marcados por la huella del atraso y la frustración.
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Galería de Arte en el Aeropuerto

Los espacios despejados de la terminal del aeropuerto de Ciudad Bolívar fueron prácticamente ganados para una galería de arte por iniciativa de un grupo de artistas plásticos de la región que contaron con la acogida del ministro de Comunicaciones y director de aeropuerto.
TOPICOLos espacios despejados de la terminal del aeropuerto de Ciudad Bolívar fueron prácticamente ganados para una galería de arte por iniciativa de un grupo de artistas plásticos de la región que contaron con la acogida del ministro de Comunicaciones y director del aeropuerto.

El edificio del aeropuerto que fue ampliado y climatizado tenía sus espacios internos libres y surgió la idea de vitalizarlos con obras de profesionales de la plástica.

Para llevarlo adelante se formó un comité de artes visuales, integrado por los pintores Joaquín Latorraca, José Rosario Pérez, Luís Carlos Obregón, el arquitecto José Rosario Rivas y el periodista Américo Fernández. La exposición permanente fue inaugurada por el gobernador Edgar Vallée Vallée.

El 22 de julio de 1984 el presidente de la Asamblea Legislativa, doctor Miguel Lima Ostos, inauguró la segunda etapa con obras donadas por los artistas Carlos Díaz, Oswaldo Silva, María Teresa Natera, Ramón Espina, Raúl Velásquez, Luís Pérez, Asdrúbal Velásquez, José Félix Bello, Humberto Gómez, Mara Vitanza, Trino Pulido, Hans Geiringer, Genaro Carrasco, Ramón Guevara, Santiago Romero y Edgar Carrasco.

Se programó una tercera etapa con obras, entre otros, de Régulo Pérez, Alejandro Otero, Gonzalo Bogen, Eduardo Jahn, Gregorio Volcán, Agustín Palma, Rafael Palma, Siul y José Campos Biscardi. 

Las obras en su totalidad fueron donadas a la ciudad para su exhibición con carácter permanente en la terminal de pasajeros del aeropuerto. Se perseguía establecer un vinculo entre autor, obra y sujeto en los espacios públicos de la ciudad, para responder a las necesidades de la vida del hombre urbano en su tránsito cotidiano; situar al artista en un contexto real que influya en la estructuración de su obra y genere significados de identidad para que el mensaje visual trascienda en la conciencia del observador y realizar objetivos que integren a los creadores de diferentes tendencias para avanzar hacia una teoría que permita superar la mitificación y la apología como expresión del proceso histórico de las artes visuales.
Ciudad Bolívar entonces experimentaba la influencia del Museo de Arte Moderno Jesús Soto que había sido inaugurado diez años antescon repercusiones en el mundo artístico internacional dada la calidad del mismo y la presencia significativa de artistas de la contemporaneidad como el mismo Soto, Cruz Diez, Alejandro Otero, Víctor Vassarely, Joseh Albert, Maleviche, Kandisky Paul Klee y toda una legión salida de la Bauhaus.
La influencia impactaba fundamentalmente en los jóvenes artistas que hacían esfuerzos por dejar atrás el arte figurativo, representativo y el paisajismo para seguir las corrientes del arte concreto, serial, programático y abstracto. Muchas de esas obras colmaban los espacios del edificio central del aeropuerto, pero la ilusión de la permanencia se desmoronaría pronto porque definitivamente el Gobierno no entiende esta cosas y progresivamente a la luz de la complacencia oficial fueron desapareciendo las obras plásticas que entusiastamente cedieron artistas consagrados como Régulo Pérez, quien tuvo que llevarse su tríptico luego que un salvaje desgarrara el lienzo con su afilada navaja de delincuente.
Algo similar ocurrió con el proyecto Bogarin de hacer de la carretera Ciudad Bolívar–El Tigre un museo a cielo abierto. Aquella vía carretera sembrada de vayas artísticas de lado y lado a todo lo largo del asfalto sucumbió a fuerza del tiro al blanco de los conductores delincuentes y de los sin techos. Estos últimos, en todo caso, mas justificados.
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domingo, 19 de enero de 2014

Jesús "Chuo" Galindo


Para el artista Jesús "Chuo" Galindo, creador de imágenes tangibles y etéreas transubstanciando la existencia. Para él, primero fue Guadalupe. Guadalupe ¿era? una mujer de aire, agua y tierra que se diluía en la sombra de sus colores hasta que un día como deidad al fin, se convirtió en caballo que cabalga por los mares, que galopa por las nubes, que trota y se encabrita por sabanas y montañas y se desenfrena saciado de angustia sobre las ciudades.
Una vez lo tridimensionó a un tamaño que sólo podía caber en las manos de un niño y lo puso a abrevar a la orilla de un lago y le dijo: tú, animal, de mil correrías por los siglos ancestrales que apuntan hacia el Eohippus, te lla­marás Bucéfalo como el caballo de Alejandro, o Babieca como el del Cid Campeador, tal vez El Morcillo como el de Hernán Cortéz o, mejor, Rocinante.
Eso es, Rocinante, y como no ha habido en casi 400 años un jamelgo mancheguiano sin Quijote, se montó en él y comenzó a cabalgar con su carga por los caminos que conducen al hombre hacia los impredecibles contornos de la infancia.
Un día se encontró con Dios, y el Señor lo hizo caballero andante. Ahora ha hecho estación aquí en esta bicentenaria ciudad del río que tiene chozas que miran al desierto como la que él mismo se construyó en Los Báez, y Cajas de Pandora con ruedas de donde en vez de males salen esperanzas como estos dibujos, como estas pinturas, como estos juguetes que cultivan el mundo de la imaginación.
Américo Fernández


martes, 14 de enero de 2014

Mara Vitanza en el Museo Soto



Mara Vitanza (viernes 10 am) expone sus piezas de barro y fuego en una de la salas del Museo de Arte Moderno Jesús Soto para cerrar el ciclo de su periplo de artista con broche de terracota y gres iniciado en Florencia hace más de cincuenta años.
         Ya está, como quien dice, en la etapa última de su vida y no quiere irse sin dejar la impronta de su arte en la memoria de los bolivarenses.  La impronta de lo que fue capaz de hacer con la arcilla de las milenarias tierras del Orinoco.
En su espaciosa casa de la calla Maracay vive y trabajó durante muchos años dibujando, pintando, modelando el barro y exigiéndole al fuego lo que debía  dar para que la obra fuera feliz.
Mara no sólo es flo­rentina por haber nacido hace siete decenios en aquella tierra etrusca, si­no fundamentalmente porque es artista. Flo­rencia es desde que fue República de los Medici, centro artístico y literario de renombre.  Pero Mara Vitanza es guayanesa porque, aunque vino de allá, “Maturista artística”, es aquí donde se realizó  tal como su esposo, Francisco Vitanza,  cuando vino al país para junto con Gabaldón combatir la malaria que estaba diezmando a Venezuela. 
Primero vivió en Barinas donde nació Ricardo y luego en Maracay donde advino  Roberto, siguiendo  a Ma­turín donde nació Darío. No tiene hijo guayanés. Sus únicos hijos angos­tureños son su arte y su "Reinita", un diminuto pájaro que fabricó su nido en la colgante araña de cristal sin im­portar la gente ni el ti­tilante reflejo de la luz. ¿Cómo puede un pajari­llo atravesar una rejilla de dos centímetros cua­drados para llegar hasta la sala de la quinta a ha­cer su nido?
 Mara en­cuentra la explicación en su acendrado amor por los pájaros y eso se ad­vierte en la predomi­nante temática de su obra. Los pájaros están allí, desde el pichón ham­briento que aletea y grita su hambre a todo pulmón hasta el que se encuentra sumergido en ese lenguaje abstracto de la forma a lo Henry Moore.
En Guayana, Mara encontró la paz  que el Duce Benito Mus­solini le negó a su patria cuando entró en alianza con el III Reich. Esa pa­tria toda península sem­brada en el Adriático quedó maltrecha por las bombas de la II Guerra Mundial. Afortunada­mente Roma, Venecia y Florencia fueron acep­tadas como ciudades abiertas, pero una que otra vez los equívocos malograron los términos de la excepcionalidad y tres veces en Florencia las nubes de bombar­deros aliados taparon el Sol y oscurecieron la ciu­dad. Mara está viva de milagro. Uno de esos mil dioses mitológicos que rigieran la vida de las dos grandes penínsulas mediterráneas la salvó, o, acaso, fue el Dios de todos los dioses, el que hoy está con ella, en su arte y en su esperanza? Tal vez. Lo cierto es que está aquí en el Museo  modelando la realidad de la materia que no es la que todo el mundo ve sino la que ella percibió con sus pro­pios mecanismos ner­viosos, humorales y bio­catalizadores, en fin, con sus vibraciones que vienen del propio cosmos con el cual está empatada desde su nacimiento.
Vive enamorada de Ciudad Bolívar.  Un día me dijo “La gente de Ciudad Bolívar tiene un encanto natural fascinante, es como el agua fluida de su gran Río, le discurre a uno por todo el cuerpo y uno se siente entonces como en paz con todos y con uno mismo. Por eso lo que sé nunca fue mío.  Lo entregué todo a mis alumnos de la Es­cuela "Alejandro Coli­na" que fundé.