martes, 21 de abril de 2015

Rafael Torrealba





Un pintor que creía en los Ovnis

Murió militando en la fosforescencia de sus cuadros y en la Misión Cristiana de Renovación de la Fe, convencido de que los extraterrestres nos rondan y que Guayana está destinada a ser el centro de los poderes de decisión del tercer milenio.

-Américo Fernández-

A más de medio siglo, cuando Angostura era todavía una ciudad bucóli­ca de vida fluvial y cromáticos atardece­res, cuando aún el puente no vadeaba el río y el Bachiller Sifontes soñaba con estrellas y siemprevivas, que Rafael Torrealba se fue de Ciudad Bolívar bus­cando otros horizontes y se encontró con innumerables cosas buenas y nunca, jamás, con nada que enervara su orgullo de ser bolivarense. Por eso volvió cuando apenas le faltaba poco tiempo para morir.
Murió el 25, miércoles por la tarde. Nacido en Ciudad Bolívar el 5 de enero de 1925, se había ausentado en 1943, cuando la capital de la angostura del Orinoco aún conservaba su peculiar sabor de pueblo romántico frente a un gran río lleno de caleteros, pescadores de atarraya,  músicos y poetas, donde la comunicación era la base del afecto y no de los intere­ses egoístas, como ahora. Se respetaba a los pobres que eran dignos y esa cualidad le daba cierta connotación humana a la ciudad. Hoy, en cambio, se irrespeta al humilde, se le golpea, se le margina y se le considera un fracasado.
Había una animada actividad religiosa en Semana Santa. La Catedral era el cen­tro convergente de la fe cristiana de la comunidad. Había un coro muy activo y la tradición de los Hermanos del Santísimo era realmente una institución. Los juegos inocentes del Quiminduñe, la zaranda de taparita y la Parapara daban la medida de la pureza de nuestra juventud. Los citadinos como los Torrealba, se encontraban dentro de un contexto reli­gioso muy distinto de la perversidad. Esa era la Ciudad Bolívar que ya no vuelve.
En cambio sus hijos vuelven y la recuer­dan con la pátina de la nostalgia. Torrealba cuando regresó a los sesenta años tenía el cuidado de aclarar, frente al sigiloso reproche, que retornaba física­mente después de largo tiempo, pero que siempre permaneció en ella con la misma fuerza espiritual de esa pintura dominan­do en uno de los muros de su antiguo
taller de Vista Hermosa.
Sobre una pared de la casa de Rafael Torrealba, donde todas las tardes llegaban mujeres de la ciudad a pintar, colga­ba una pintura de gran formato con un tema alegórico en el que se le concede interés a lo divino y a lo humano, a lo natural y sobrenatural.
Este arte cristiano lleno de símbolos y de intemporalidad que nació en las cata­cumbas romanas y afloró con fuerza en los tiempos de Constantino, parecía rena­cer en este artista guayanés que retornaba después de una prolongada ausencia.
Rafael Torrealba estaba entonces en una onda mística que no podía ignorar su arte. Un arte que comenzó quizá cuando iba a la orilla del Río a contemplar el atardecer y la luz agónica del Sol le poblaba la retina con una inusitada gama de colores sugeridos en aquellos trazos fosforescentes que delineaban como tema el posible origen de la humanidad.
Hubo un tiempo en que Rafael Torrealba pintaba paisajes. Eso fue al comienzo de su vida artística alternada con su profe­sión de diseñador y dibujante técnico a nivel de la ingeniería y arquitectura. Luego hizo ejercicios en el campo del abstraccionismo. Le dio posteriormente por la pintura social y finalmente cedió preponderancia a la pintura mística. Quería interpretar toda la esencia del Apocalipsis de San Juan.
Cuando veo esa pintura, el domingo anterior la volví a ver en una exposición en la Casa de las Doce Ventanas, organi­zada por Extensión Cultural de la Universidad de Oriente, cuando veo esa pintura, entreveo algo onírico y trato de encontrarle algún parentesco con la obra de Marc Chagal, precursor del surrealis­mo, lleno de miedo como un niño, falle­cido casi a los 90 años. Un día de esos en que lo encontraba metido de lleno con sus alumnos, le advertí de ese ambiente onírico que captaba en algunas de sus pinturas.
- No, no es onírico, lo que pasa es que las cosas que no pueden ser copiadas de la naturaleza pasan por oníricas. Simplemente esta mía es una pintura bíblica, religiosa.
- ¿Desde cuándo está Torrealba en esa corriente?
- Tengo años en esto. En Nueva York expuse una muestra de pura pintura meta­física que llamó mucho la atención, ins­pirada en principios del Evangelio y del Viejo Testamento, con el paralelismo de los dos mundos que existen.
Nos acercamos a la obra sobre el origen
de la vida para apreciarla mejor eón los
electos de una luz negra fluorescente. Allí estaba representado el mar, el sol sumergido, los peces, el espíritu que baja, la humanidad en decadencia, las explo­siones atómicas, las siete trompetas anunciando el fin de los tiempos, el cielo adánico que no ha de morir, Cristo, el mundo del futuro que es la paz, los ovnis bajando. Nos detenemos en los ovnis.
- ¿Cree usted en los ovnis?
Los ovnis son una realidad que yo he vivido. Un día como persona, no como periodista, vendrán para enseñarte algu­nas cosas.
¿Has visto alguno?
Como no, bastantes. Existe un grupo que conocemos como "Misión Cristiana de Renovación de la Fe" que viene a bordo de ellos. Esto es un hecho descon­certante que no tiene explicación huma­
mapamundi estampado en triángulos cuyos vértices caen con pasmosa exacti­tud en puntos sensibles de la geografía universal. Las puntas de uno de esos triángulos tocan en la Pirámide de Keops de Egipto, la Pirámide del Sol, en México y el Valle de los dioses en Bolivia - Perú. Pero lo más interesante es que encierran a Guayana, lo cual él interpretaba como centro de los poderes de decisión del mundo en el tercer milenio. Porque todo este conflicto que en todos los órdenes estamos presenciando, bélico, religioso, político, económico, terminará con el triunfo del cristianismo, tras una confla­gración que será como una especie de catarsis donde todo lo abominable queda­rá purificado por el fuego.
Torrealba nos prometía hablar más ade­lante sobre este tema para él muy apasio­nante. Mientras tanto quería ocuparse de los problemas de la cultura. Quería hacer algo y comenzó a trabajar, invitado por la CVG, para hacer una exposición en la Sala de Arte de Sidor. Entonces viajó por la Gran Sabana captando imágenes pues­to que la exposición estaba toda dedicada a Guayana, la tierra magnética y telúrica­mente más vieja del mundo, según sus propias palabras.
¿Cómo vez el panorama cultural?
- He encontrado una distorsión total en el aspecto cultural. La cultura la veo bicé­fala y enchinchorrada.
Torrealba que figura como uno de los fundadores de la Casa de la Cultura de Barquisimeto, de su Festival internacio­nal del folclor, de la Feria de la Divina Pastora y del Museo del Centro Cívico, prefirió dejar las cosas hasta allí para no entrar en polémica, cuando le pregunta­mos qué quería decir con eso de bicéfalo y enchinchorrado.
- ¿Sus paisanos cómo lo han recibido?
- La mayoría muy bien, pero hay gente por allí que cree que voy a abusar de mi influencia para cortar paticas.
¿Qué gente es esa?
Por ahí hay personas muy nerviosas
- ¿De qué nivel?
- De ciertas jerarqufá& pero no hay que temer. No te olvides que „yó llegué a ver Guayana invitado por la CV G para trabajar  (1983) en desarrollo cultural y social la y yo, a través de esa institución tan poderosa  pude hacer un diagnóstico cultural de Guayana que es más de lo que tú te puedes imaginar. Pienso escribir para Arte plantear muchas cosas y despertar la conciencia de alguna gente que se crió aquí,  que se hizo rica y se fue para Puerto Ordaz a hacerse más rica todavía.
Entonces pensaba Torrealba en la posibilidad de un simposio cultural con la  presencia de Soto, Alejandro Otero, Régulo Pérez, el Indio Guerra, Alirio Rodríguez, González Bogen, Lucila Palacios, Luz Machado, Jean Aristiguietta, Jesús Sanoja, Argenis Daza, Manuel Alfredo Rodríguez y con mucha gente vinculada a la región, a ver que más de lo poco que se había hecho,         era posible hacer para llevarla adelante la materia artística y cultural.  
Él, mientras tanto, trabajaba medio tiempo en Inagro y por la tarde atendía en su taller en Vista Hermosa. Era cuando ese instituto manifestaba interés por rescatar valores de la identidad regional: folclóricos, etnográficos y populares.
Yo estoy metido a fondo con estas cosas.  He hablado  con Sánchez Negrón y con la gente de la CVG en torno a la ejecución de un proyecto insertado en el VII Plan de la nación y que tiene mucho que ver con esto que estamos haciendo en Inagro y que va a servir para incentivar a la mana campesina, la artesanía popular, la posibilidad de rendir un aporte al turis­mo porque no se puede vivir contemplan­do el paisaje nada más. El Movimiento Artístico Guayanés es una buena posibi­lidad para echar a andar la cultura en esta ciudad porque está integrado por perso­nas serias, profesionales casi todos naci­dos en Ciudad Bolívar. Hay que tomar responsabilidades para trabajar y hacer algo porque tú te das cuenta que la ciudad muere con el atardecer. La gente no tiene aquí un teatro, una escuela de artes plás­ticas, no hay una academia de música, no hay un taller de teatro serio, una bibliote­ca formal moderna. Aquí todo el mundo como que se está quedando a la sombra de los mangos.
Comentaba que la Dirección de Cultura debería estar en el casco de la ciudad y no en las afueras donde estaba entonces, que se debía pensar en un Museo Indigenista, en un Acuario y en un Museo del Orinoco.
- Yo no sé por qué no se puede hacer si tenemos cerros llenos de hierro, ríos lle­nos de electricidad y dinero para hacer autopistas.
Rafael Torrealba creía en la posibilidad de hacer muchas cosas y él por su parte lo estaba haciendo apoyado en el Movimiento Artístico Guayanés, cuyos integrantes recibían  clases de aficionados y perfeccionamiento en su taller. Su Taller lo había convertido además en centro de reuniones y tertulias artísticas e intelectuales de ese movimiento que en aquel momento trabajaba para una gran exposición que luego continuaría cada año. También él preparaba su quinta exposición individual en la ciudad o Maracay.
Torrealba hasta entonces había partici­pado también en más de veinte colectivas y desde la Oficina Técnica de la FAO en Venezuela que manejó durante varios años tuvo la ocasión de vincularse en arte y conocimientos con varios países del mundo.
Después fue titular de la Dirección de Cultura de la Alcaldía de Heres (1993) y finalmente profesor de los Talleres de Dibujo y Pintura de la Universidad de Oriente en la Casa de las Doce Ventanas y concibió el proyecto Talleres de Artes Plásticas, Centro de Arte Alejandro Otero, de la Uneg.
Precisamente, esta Universidad inaugu­ró el domingo anterior su última exposi­ción individual, de la cual fue curador y en la que debía estar presente sin presen­tir el final que lo aguardaba. En el acto, Juan Guerrero, autor del diseño y catálo­go de la exposición, y Diana Gámez, pre­sentaron la muestra cuyo montaje estuvo en las manos de María Alcina Gamboa.