domingo, 6 de noviembre de 2016

"Loa Teen Start" primer grupo de Rock de Cd Bolívar / José Luis Cestari



Ninguna noche se parece a otra. El mes de septiembre tiene para mí un color especial: final de etapas, comienzo de otras…final de vidas, comienzo de vidas. Aquella noche septembrina se había vestido de gala en mi corazón de 12 años…nadie lo sabía, pero llevaba yo un fiestón por dentro, una verdadera orquesta silenciosa. Estaba alegre. Ese día en la tarde habíamos llegado de Caracas mi mamá, mi hermano Carlos y yo, en el famoso avión Super Constellation. Bella y potente nave, bien presurizada, muy cómoda en su interior. Servían una comida excelente. Nadie podía saberlo en aquel momento, pero ese fue uno de los últimos viajes de ese maravilloso avión, parece que a causa de un accidente aéreo ocurrido en un vuelo procedente de los Estados Unidos y que se estrelló en el cerro de El Avila, Caracas. Ya oficialmente había sido retirado ese modelo. El caso es que, a nuestra llegada a Ciudad Bolívar, mi maleta traía una acompañante: Mi guitarra eléctrica Hoffner, regalo de mi madre por mis buenas notas obtenidas en el primer año de bachillerato. Esa guitarra era la realización de un sueño. Llegar a ella, el cómo, dónde y por qué ya ha sido descrito en otro capítulo de mi vida. Lo cierto es que esa noche, bañado y vestido como quien vá de fiesta, la saqué de su estuche duro. Recuerdo su olor. Temblaban mis manos. Sentado en el estudio de la casa, me disponía a sonar por primera vez mi adorado instrumento musical. Enchufé al tomacorriente el cable del pequeño amplificador que también me regaló mi madre y, mágicamente, escuché su primer sonido…la emoción me embargaba…comencé a afinarla, como había aprendido en la vieja guitarra de mi padre…no había transcurrido mucho tiempo, pero yo había perdido la noción de él…estaba como en un trance. De pronto, una voz en la ventana: “Hola, vale, disculpa, yo vivo allí enfrente y escuché sonando la guitarra…disculpa, pero es que a mí también me gusta la música moderna…” Era un catirito de cabello lacio, delgadísimo, bien peinado con brillantina (o gel, como ahora le dicen)…en verdad no lo había visto nunca por allí, y vivía enfrente de mi casa…enseguida lo invité a pasar…transcurrieron como dos horas –digo yo- y hablamos de música…de música…y de música…solté con él todo aquel tarugo indigesto de ideas y sueños artísticos que no me dejaba vivir tranquilo…sentí paz y alegría, pues al fin tendría un compañero –aparte de mi hermano Carlos- con quien reunirme a propósito de…música. Y de otras muchas cosas más, como lo sabría luego. -“¿Y por qué no hacemos un conjunto musical?” –La pregunta de George Shaw, el catirito de esa noche, no podía ser contestada aún…iría a contestarse sola durante el primer ensayo de aquél infantil e inocente grupo de amigos: George Shaw, Carlos Bates, Carlos y José Luis Cestari…¡Nacían “Los Teen Stars”, el primer grupo de rock de todo el sur-oriente venezolano! George no tenía guitarra…atrevida e inconsultamente, nos apoderamos de la vieja guitarra de mi papá y la pintamos de azul y negro…le pusimos un pequeño micrófono que compramos en La Moda en Discos…andando el tiempo, George hizo su propia guitarra eléctrica…también encargó a los Estados Unidos un amplificador desarmado, que él mismo reconstruyó…porque el que venía usando era la corneta amplificada de un proyector de 16 mm de mi papá…pobre mi viejo, muy comprensivo con nuestra afición musical…le desvalijamos todo, nos apoderábamos de sus cables y micrófonos…construíamos cornetas que luego metíamos en cajas que mandábamos a hacer en la carpintería…donde José Miguel y Raúl Arreaza a cada rato era un fiao que si por enchufes, cables cornetas y amplificadores…gracias, papá, por resistir y por comprendernos…gracias, mamá, por el transporte eterno que nos hacías en tu gran camioneta, siempre llena de amplificadores y tambores…gracias a la familia Shaw por su apoyo y comprensión a esos “nuevos Beatles” de Ciudad Bolívar. La casita de la familia Shaw era sencilla…una pequeña sala, luego un angosto pasillo que conducía a tres habitaciones…luego la cocina y el comedor…creo recordarla así…allí vivía George junto a sus hermanas Cecilia, Irene, Carol, junto a su hermano Eduardo y su madre, la Sra. Aura. El cuarto o habitación de George era pequeño, pero hasta tenía su baño interno…cuando yo llegaba a esa casa, luego de saludar a doña Aura iba directo donde George –Georgy, como aún le decimos- a su cuarto…allí nos reuníamos todos a escuchar las canciones que íbamos a ensayar, a copiar las letras en inglés o a crearlas en español…todo en un humildísimo y sencillo tocadiscos que, por cierto, jamás he vuelto a ver uno igual. En ese cuarto de Georgy se acumularon muchos hermosos recuerdos…a veces yo llegaba del liceo directo donde Georgy, aún con el uniforme puesto…traía alguna idea, algún arreglo, alguna canción nueva, alguna letra por hacer. Los ensayos en forma con el grupo se hacían en la sala de la casa Shaw. Georgy, tendría dieciséis o diecisiete y era al mayor en edad…siempre fungió como director del grupo, aún cuando los arreglos se hacían entre todos. Su hermano Eduardo –mayor que Georgy- siempre nos orientaba y aconsejaba. Nuestros mejores críticos en los ensayos eran su madre y hermanas…también nuestro mejor estímulo. Nunca olvidaré aquél sábado en la mañana cuando ensayábamos…en pleno ensayo, se apareció a la puerta un hombre joven, de baja estatura y con una barriguita, cuyo nombre he olvidado…pero nosotros, en nuestra permanente echadera de broma, lo llamábamos el gusano…nunca supe por qué. Nos dijo que él había pasado en su carro y oyó la música…que tocaba saxofón…fue a su carro y lo buscó…se incorporó armoniosamente a nuestro grupo…estábamos contentos…con él tocamos en varias fiestas familiares cerca del entonces Cine Orinoco, y en su apartamento, en un edificio también cercano. Con él tocamos también en la entonces Ecos del Orinoco, emisora radial donde se tocaba en vivo y con público. En Radio Bolivar, con el Chino León y José Antonio Nicolás. Eramos el grupo de moda. Las fiestas de liceo, cumpleaños…íbamos a todas partes! Hasta a San Fernando de Apure fuimos, a llevarles el primer grito de rock a los llaneros! Esa anécdota, por lo extensa y graciosa, merece un capítulo aparte. Cuando Georgy se graduó de bachiller se fue a Caracas a estudiar en la UCV. Se acabaron Los Teen Stars. Antes nunca lo supe, pero Carlos y yo quedamos afectivamente muy mal. Nunca más fuimos a la casa Shaw, pero frecuentábamos a diario la calle Pichincha y nos sentábamos en el kiosko de Perucho, en el mismo sitio donde solíamos hacerlo en compañía de Georgy. Junto a un amigo y compañero de liceo –Sigfredo Grillet- intentamos hacer un bajo eléctrico, en la misma carpintería donde Georgy hizo su guitarra eléctrica. Identificación, segunda etapa del duelo, según Freud. Pero no, no había forma de paliar el vacío de Georgy, el vacío que nos dejó el fin de nuestro grupo musical. Pasó la vida. Transcurrieron muchos años, con su carga de aprendizaje a base de durezas y complejidades. Lejos de la sencillez del cuarto de Georgy y de los sueños lúcidos de aquellos muchachos. La Providencia nos fue colocando a cada uno en diferentes puntos angulares de conciencia experiencial y de realización personal. Nos hicimos adultos…cada quien con su trabajo…todos nos casamos con nuestras novias de siempre...vinieron nuestros hijos…cambiaron nuestros sueños. Pero la amistad continuó, mejorada y fortalecida. Con Georgy y su familia, con Carlos “Chichí” Bates y con nuestro archivo vivencial ha continuado esta bella historia. Historia de amor familiar, de amistad pura. Más allá de nuestra edad madura, más allá de la distancia y la vida siempre cambiante, se perfilan insomnes las figuras de todo este grupo de amigos y familiares, guitarras, tambores y canciones, todos girando alrededor de la Diosa Música. Y, como un monumento a la amistad juvenil, la rubia cabeza de Georgy en la ventana del estudio de mi casa materna, hizo el preludio de nuestra fuerte y fraterna amistad…¡De más de cincuenta años, probada en todo terreno! ¡Gracias, Georgy, seguimos juntos, hermano!