sábado, 18 de junio de 2016

La voz de Virgilio Salicetti y en un CD


El amigo Virgilio Salicetti me ha traído de regalo  –grata sorpresa- un CD con su voz de  barítono cantando una selección de trece boleros  que más que iniciativa de él, ha sido de su hijo, Víctor Salicetti.  Esos boleros tan bien escogidos han sido arreglados por Nadim Silveira (piano) y José Luis Lara (guitarra tres cubano) acompañados en la percusión por Alexander Fleming y Liseth Gamboa en el coro y otros.
Ya en este tiempo pocos quedan como Virgilio que utilicen el recursos de su voz privilegiada para anclarse con pasión en este género musical que emergió con dicha y fortuna en la soleada isla caribeñas de la Cuba de 1840, aunque el primer bolero “Tristeza” se ubique en 1883 con José Pepe Sánchez y que poco tiene que ver con el Bolero español que es una danza del siglo dieciocho.  Recuerdo a Cantiflas bailando el bolero de Ravel.
Como sentimos en la selección de Virgilio, el Bolero no ha perdido su temática romántica.  La mujer con todos sus encantos, naturaleza y atributos siempre está allí como centro y eje de cada inspiración.  Pero el Bolero no se ha mantenido impoluto en el tiempo sino que se ha fusionado con otros géneros musicales y provocado subgéneros como el bolero rítmico, el bolero son, el bolero chacha, el bolero mambo, el bolero ranchero, el  moruno y hasta el bolero bachata,

Afortunadamente, Virgilio Salicetti es consecuente con el bolero tradicional clásico.  Por eso en el CD que nos entrega como homenaje que le hace su hijo en el Día del Padre, destacan el bolero ”Así” de María Graver “…un beso como el que me diste nunca me habían dado,,”;   “Todo me gusta de ti”  de Caco Estevez; “Madrigal” de Felipe Rosario Gayco; “A mi manera” de Claude Francois y Guilles; “Guitarra Bohemia” de  Juan Lockaguará; “Luna de octubre” de José Antonio Michels; “Solamente una vez”, de Agustín Lara: “Cuando muere la noche”, de  Atilio Carbone:  “India” de  Manuel Ortiz y José A. Flores;  “Llorarás” de Rafael Ramírez;  “Regalo de amor” de Mauricio Cardozo Ocampo; “Vieja Luna” de Orlando  de la Rosa;  y “Corazón” de José A. Jiménez.

domingo, 5 de junio de 2016

VIAJEROS DEL INFINITO / Víctor Medina Silva

Obras de Jesús Soto
En "Viajeros del Infinito", libro inédito del bolivarense Víctor Medina Silva, hoy radicado en Maracaibo, dedica este pasaje a su paisano el Maestro del Arte óptico Jesús Soto:“lo inmaterial es la realidad sensible del universo. El arte es el conocimiento sensible de lo inmaterial” Jesús Soto Calvin Soto era parco, de gruesos bigotes, cabellos alborotados y mirada melancólica. Parecido a Einstein. Metido de lleno en sus vuelos imaginarios. Creativo por naturaleza y atosigado de vibraciones. Le gustaba cantar y tocar guitarra. La estudió a profundidad. Su amor por los tangos, parrandas y sueños posibles fue inmenso. A Concepción Nina Rodríguez, sus íntimos le decían Coqui. Le gustaba escribir y dejó una herencia de versos maravillosos. Era celosa y obsesiva. Hablaba y hablaba, a diferencia de Calvin -o Cal, como le decía- que prefería estar callado. Sobre todo cuando aturdía con sus celos. Sus vivaces ojos hablaban más que ella. El don de la sublimación y la sensibilidad unen a los artistas, nos hace comprender la trascendencia de su manera de concebir la vida. Elías Medinaty fue el gran amigo de Calvin Soto. Él y Concepción compartieron espacios literarios, la poética y el afán por honrar a Soto. Elías fue obligado a estudiar medicina, tratando su familia de distraerlo de la poesía. Soto reclamó que se hubiese dejado coaccionar y separar del movimiento poético que impulsaba, con el que pudo engendrar una corriente creativa nueva y original. Decía que ese estilo literario se empezaba a gestar en París. El estilo desarrollado por Medinat y otros compañeros pudo llevarlos a la fama mundial, ser pioneros y tal vez ganarse un Nobel. En una oportunidad, Soto le dijo a Medinaty: “Pudiste llegar a ser un vanguardista, Elías...”. En aquellas alambradas del gallinero de la casa materna, Calvin vio como el sol del atardecer bailaba entre la tela metálica y se le metió entre ceja y ceja que allí había algo que parecía moverse, que le bailaba en la cabeza. Era el brillo de la genialidad que impregnó sus retinas y lo hizo ciego para la plástica tradicional. Era mucho más lo que habitaba su cabeza. Los cartelones del cine se reían de sus vainas íntimas, pero siempre les explicaba lo que andaba buscando. Que va, los avisos de películas no tenían cabida para elucubraciones. Ni siquiera las tradicionales escuelas de pinceles, lienzos y claroscuros seguían tan extraño ritmo. Tendría que ir a buscar su sol en otra parte. Más allá del charco salado de los atlánticos, pensó. Un día caluroso, como los más de la ciudadela amada, el soñador incansable tomó sus corotos y se fue a la vuelta de la esquina, a esa aldea enorme e impactante llamada París. Sabía, mejor decir presentía, que allí estaba signado su destino artístico y existencial. La hermosa capital francesa supo para siempre de su canto, guitarra y curiosidades plásticas. Allí floreció su sueño cinético. La ciudad luz si que estaba ganada para sus novedades. De cuando en vez volvía a su querencia calurosa de arenales y piedras. Hasta se empeñó en montarle un espacio para esas otras maneras de concebir las artes. El cinetismo tenía que conchuparse con las alambradas del patio. Su gente merecía estar cerca de sus hilos y vibraciones. Ahora brilla el Orinoco y Ciudad Bolívar en el mapa cultural de la humanidad. Aún su gente no percibe la magnitud de su siembra. Hasta los euros y otros admiradores de más lejos llegan a ver eso que llaman museo, esa edificación -cual cajas blancas- que miran pasar a tanto viandante y tanto carro por su frente como si de cajas misteriosas se tratase. Soto es sol que ilumina los senderos del arte sorprendente y actualísimo. Cinetismo de post-grado, de maestría. Así, ignora fronteras. Habla en silencio -incluidos los penetrables que tienen alma de polietileno, que son los que más suenan y sueñan, gracias a Dios- y ofrenda promesas de otras estancias del ser. Promesas cumplidas. Por tanto, tómese tales promesas como hechos. He allí el arte inmortal. Un sol que brilla en blasones y ondea en las tardes guayanesas. Que se rompan todos los hilos y todas las partes de todas las obras del sol de Soto que la técnica les repondrá cada vez y la obra será y será. Soto, es inmortal como su obra. Jesús Soto, nació en Ciudad Bolívar el 5 de junio de 1923 y desencarnó en París, a los 81 años de edad, el 14 de febrero de 2005, donde vivió desde 1950. Fue un importante creador del arte cinético, el que inicia y desarrolla a finales de los 50. Estudió en la Escuela de Artes en Caracas, donde conoció a Carlos Cruz-Diez y Alejandro Otero. Soto es famoso por sus "penetrables", esculturas dentro de las cuales las personas pueden caminar e interactuar. El arte de Soto es inseparable del observador y solo puede estar completo con la ilusión como resultado de la observación. En París, en los años 50, no se hablaba de geometría ni constructivismo ni abstracción geométrica, solo interesaba la abstracción lírica y la pintura gestual. El grupo “Los Disidentes”, formado por Otero, Manaure, Navarro, Guevara Moreno, Perán Erminy, Núñez, Aimée Battistini y otros que habían tomado una posición crítica hacia el arte figurativo, destacaba por sus planteamientos abstractos geométricos y su no rotundo a la pintura tradicional. En esa atmósfera llega a París Jesús Soto. Conocía las obras de Mondrian, Picasso, Braque y el cubismo por litografías. Soto se decepciona de lo que se estaba haciendo en Paris y va a Ámsterdam al encuentro de Mondrian. Muchas interrogantes en el joven artista de 27 años. Comenzó a trabajar con la influencia de Mondrian y Malevich y a reunirse con Tanguily, Calder y Vasarely, quienes también tenían interés por el movimiento real o virtual. Empleaban plásticos, metal, alambres, motores, etc. Todavía en los 60, ciertos artistas decían: “Soto lo que hace son rayitas”. Él se mantenía inmutable, concentrado en su búsqueda, estudiando ideas nuevas, buscando salidas a sus planteamientos plásticos. Tocando guitarra para vivir y hacer su obra, daba a conocer la música venezolana y latinoamericana. Al fin observó como se producía lo que llamó “visión del movimiento”. Probando sobre dos o tres superficies rayadas, acercándola y alejándolas, observó como se movían con el desplazamiento. Y así nacieron muchas obras, entre ellas “Espiral”, más tarde “Los penetrables” y un sin número de obras de diferente formatos y colores. Con constancia, voluntad, sensibilidad, serenidad, humildad e investigación, desarrolló su obra, convirtiéndose en uno de los creadores plásticos más importante del siglo XX e inicios del XXI”. Einstein revoloteaba en su biografía y Chuchito el pianista grabó su cinetismo musical. En una de esas tertulias sublimes, llegó a comentarme que su sueño mayor era construir un penetrable donde él desapareciera. Me quedé observando su perfil, coronado por larga cabellera gris que hacía juego con el bigote senil, y su mirada volaba en éxtasis sobre el techo del Museo. Supo sabiamente mezclar el ritmo musical con la plástica y el cinetismo cantó sus vibraciones. Una de esas mañanas angostureñas de los setenta, se encontraron en una de las casonas del centro histórico, Calvin y Concepción. Ella quedó alelada mirando los bigotes del soñador y él reventaba cuerdas de sentimiento al recibir el impacto de los ojos vivaces de Coqui. No eran necesarias las palabras. El beso entre la poesía y el cinetismo expresaban al cielo todas. Sabían que se encontraban en medio de los campos del deseo. El fuego inundó la creación y fusionó sus corazones. A lo lejos, la estridencia de un vendedor ambulante regalaba una canción de Anthony para JLo. Los pequeños resquicios del afecto sirvieron para enaltecer un amor que iba más allá de las artes. Amor del bueno, de poesía, de penetrables. “Coqui -le decía con cariño- lléname de versos”. Y ella entendía que lo llenara de besos. “Tranquilo, Cal, solamente espero ofrendes todos tus penetrables a mi existencia” –respondía con ternura, acariciando las cuerdas de la hamaca multicolor. Él le enseñó los secretos del éxtasis. Amor de artistas. Más allá de la razón, más acá del corazón. Tras abandonar el plano terrenal, descubrieron en el próximo cono-etapa que siempre fueron hermanos. El amor es sabio. En la firma del cinetista pude apreciar emocionado el SOIO que creí ver en los primeros trazos del australopithecus. Vigencia de eterno presente. Dios, el gran arquitecto de la vida, sabe demasiado."