jueves, 2 de diciembre de 2021

EL ARTE CON PIEDRA Y ARENA DEL RÍO

Publicado en el Correo del Caroni el 17 de marzo de 1996 El arte con piedra y arena del río Ramón Morales Rossi, un artista nacido v crecido en la Plaza Miranda de Ciudad Bolívar cultiva un lenguaje muy particular para hablar de la ciudad y el río, de lo cósmico y lo primitivo, en una relación que tiene que ver de algún modo con el telurismo. Américo Fernández La ciudad mudada tantas veces sin desligarse del río, la lleva el artista muy viva en su integridad ontogénica y, como todo ser en movimiento, amanece en cada floración del espíritu. En cada floración del espíritu del artista amanece la ciudad exactamente como es ella, de piedra, de arena y de río. Río que se va paciente a la mar que es el morir y que arrastra consigo las piedras, los troncos, los moriches y toda la flora y fauna del ambiente. Pero como no es suficiente el sonido de la palabra articulada ni los signos convencionales del alfabeto ni los trazos academicistas del dibujo y la pintura para hablar con elocuente propiedad de ella, el artista ha armado su propio lenguaje apoyado en los valores más relevantes de su hábitat. Ayer hemos visitado el taller de este artista singular y visto formatos donde lo ficticio y lo natural se relacionan y se recrean en una suerte de telurismo representado en valores como la piedra, la madera,la arena y el moriche. En el plano y en lo tridimensional hemos visto traducidos la ciudad y su río en valores que, no obstante lo tangible en algunos aspectos, conforman en conjunto un lenguaje simbólico y abstracto. Se trata, más que de la ciudad moderna, de la ciudad primigenia que se ve acurrucada como un pesebre. Aquella ciudad remota y presente siempre, ha vivido y ha sabido escudarse de agresiones entre las piedras. Piedras inmensas de todas las formas, colores y tamaños. Piedras monumentales, ingentes piedras ante las cuales jamás se resistirían los menhires menos ante aquellas que, según la leyenda tamanaca de los petroglifos, fueron marcadas por el Dios Amalivaca para dejar constancia de su paso por la tierra. La piedra del río es el ara o el altar donde oficia el pintor sus íntimos desvelos por la ciudad señera de la historia y, como la ciudad primigenia e histórica es de piedra sobre piedra, de tierra colorada, de arena, de madera y de moriche, en su obra tales elementos difícilmente dejan de estar presentes. Podríamos afirmar que siempre están allí: individualmente como en la pieza modular “La Luna”, sólo de madera; o como en la escultura “Orinoco” donde la piedra de canto rodado, la madera y el moriche, se conjugan en una escultura de bandera; o como en la bidimensional “Al Sur” de gran formato que es un dibujo sobre arena con flechas que salen disparadas desde el centro; o como el irregular semicírculo de madera puy “Cinco estrellas” donde las piedras cuelgan como notas musicales invertidas; o como otras de signos primitivos donde está presente el sol, el péndulo del tiempo y la textura de arena extendida como escarcha sobre la acrilina. LA MÚSICA Y LA PLÁSTICA Morales Rossi no es de la tendencia constructivista como Joaquín" Latorraca, José Rosario Pérez, Luis Carlos Obregón y Norelis Blanco. Su obra, como la de Jesús Alexis Bello, explora otro universo, pero. en algunas de sus esculturas se localizan elementos valorativos del constructivismo. No olvidemos que el segundo premio del Salón de Pintura “Alejandro Otero” 1971 de la Casa de la Cultura, lo obtuvo Morales Rossi con la obra constructivista “Escultura 3”, adjudicado por Carlos Raúl Villanueva, Juvenal Ravelo y Edgar Parra. A este arte tan suyo, difícil de ubicar en tendencia universal reconocida, ha llegado después de haber pasado por varias fases, desde que era un simple estudiante de la Escuela de Arte Arando Reverón” de Ciudad bolívar, pasando por la Escuela de Arte “Armando Reverán” de Ciudad Bolívar, después por el Centro Gráfico del Inciba en Caracas, donde estudió grabado, serigrafía, fotomecánica, fotografía y luego por la escuela de fundición y micro fundición de metales de la Universidad de Los Andes, donde se enlazó con Imelda Martínez, la licenciada en educación que instruye a niños con juguetes de colores elaborados por ella y que ha sido pieza fundamental en su vida. De la actual etapa de maduración surge su obra definitoria, una obra de identificación con el entorno que marcó su vida .de niño y adolescente, pero una obra que si bien aprovecha los recursos del arte abstracto no se recrea en lo puramente abstracto, sino que lo enriquece con otros valores, los valores que le prodiga libremente la tierra de sus raíces ancestrales. De manera que no es una obra racionalmente programada o cultivada con rigor geométrico o científico sino muy espontánea y emocionalmente telúrica, donde el color y la suavidad de la madera diluye la dureza de la piedra. Obra tenuemente poética y con cierto ritmo musical que nos traslada a Kandinsky quien asociaba el rojo con el sonido de una tuba y la mezcla del verde y el amarillo con el de una trompeta. . Aquella zona de la Plaza Miranda donde había nacido Ramón Morales Rossi, hasta Los Culíes, era una cantera de músicos activos. De allí salía con su guitarra serenatera el inolvidable juglar Alejandro Vargas y de allí emergió el singular cuarteto “Serenata Guayanesa” de relevante proyección nacional y de salidas periódicas fuera de nuestras fronteras. De suerte que la música de alguna manera se capta en la plástica de Morales Rossi. Está allí en abstracto corno los colores sugerentemente musicales del ruso Vasily Kandinsky. Una música que no sólo se quedó en la espontaneidad del impulso vocacional, sino que la cultivó con educación y disciplina, bien cuando buscando fútbol y piscina, le tocó usar la vestidura talar en el Seminario Cristo rey de Monseñor Juan José Bernal o cuando pasó por la sinfónica juvenil En calidad de solista. “Bongaburú” Fue su experiencia en música Latina y “Casta Paloma” en música vernácula. Interpretaba con la voz o con el arco; componía, arreglaba, montaba y, artista plástico al fin, diseñaba la publicidad. RITMO DE TRABAJO Y PROYECTOS Morales Rossi lleva la vida con calma, sin apresuramiento; al fin, así ha sido siempre la vida de la capital bolivarense, una vida de ciudad tranquila y reposada y él, por obra y temperamento, está sumamente consustanciado con la existencia de la ciudad. Caracas ni Mérida, dos ciudades que le abrieron caminos, han podido sustraerlo de la tierra de su origen. Aquí ha vuelto. Aquí realimenta sus raíces, aquí permanece a riesgo de que su obra no trascienda. Hace poco, se aventuró a llevar una muestra de su trabajo a una Galería caraqueña a la cual parece estar vinculado el Maestro Carlos Cruz Diez -la Grafic B2- y de allá lo han llamado para decirle que la gente está sorprendida de su trabajo hasta el punto de que ya le han propuesto una exposición individual para noviembre. Últimamente se sumó a los constructivistas de la ciudad y se fue con ellos en una exposición colectiva Por las universidades del país en homenaje al Maestro Jesús Soto, exposición que en mayo o en junio será montada en la Galería de Arte de Sidor y para lo cual ya Luis Lares, actual director del Museo Soto, apreció la calidad de su obra. Actualmente está dedicado al proyecto de una escultura de 4 metros con piedras del Orinoco que sería expuesta en Alemania con motivo del bicentenario de la llegada de Alejandro de Humboldt a Venezuela. Asimismo en otro de tipo comunitario que tiene relación con la transformación de un tramo del Paseo Heres cortado por la avenida 5 de Julio, en un Boulevard, justo al frente del portón de acceso a la Fortaleza del Zamuro. Un proyecto muy atractivo en el que piensan interesar al Gobernador y al Alcalde. Es así como ha comenzado a proyectarse la obra singular de este artista del Orinoco. Decimos singular porque no está influenciada por otra conocida ni por tendencia alguna existente. En todo caso, si hay que darle ubicación tendría que ser dentro de alguna identificación con la ecología, si es que existe, acaso por esa relación evidentemente biológica y espiritual del artista con el medio que habita. La obra de Ramón Morales Rossi, como él mismo lo admite, es simple y sencilla, elemental en el sentido de la composición, pero muy pura en cuanto que no incide en ella otra influencia que no sea la del propio medio o hábitat. Una obra que no compite ni busca competencia sino que es simple. El arte para este artista de la plástica y de la música, no es un problema de competencia, sino de necesidad. La necesidad de plasmar o manifestar de alguna manera lo que se lleva por dentro. Para competir están las bienales y los salones y, en estos casos por lo general, rara vez se va a competir no obstante los premios, sino a confrontar, ¿pero con quién confrontaría Ramón Morales Rossi si no hay hasta ahora nada parecido a su obra formal y conceptualmente telúrica? En la actualidad, debemos decir que el artista Ramón Antonio Morales, ha incorporado la reciedumbre del hierro en su trabajo con propuestas asombrosas que tendremos la ocasión de apreciar probablemente en agosto en una escultura que se ubicará en el Paseo Orinoco, homenaje al cincuentenario de Serenata Guayanesa, (AF)