domingo, 19 de enero de 2014

Jesús "Chuo" Galindo


Para el artista Jesús "Chuo" Galindo, creador de imágenes tangibles y etéreas transubstanciando la existencia. Para él, primero fue Guadalupe. Guadalupe ¿era? una mujer de aire, agua y tierra que se diluía en la sombra de sus colores hasta que un día como deidad al fin, se convirtió en caballo que cabalga por los mares, que galopa por las nubes, que trota y se encabrita por sabanas y montañas y se desenfrena saciado de angustia sobre las ciudades.
Una vez lo tridimensionó a un tamaño que sólo podía caber en las manos de un niño y lo puso a abrevar a la orilla de un lago y le dijo: tú, animal, de mil correrías por los siglos ancestrales que apuntan hacia el Eohippus, te lla­marás Bucéfalo como el caballo de Alejandro, o Babieca como el del Cid Campeador, tal vez El Morcillo como el de Hernán Cortéz o, mejor, Rocinante.
Eso es, Rocinante, y como no ha habido en casi 400 años un jamelgo mancheguiano sin Quijote, se montó en él y comenzó a cabalgar con su carga por los caminos que conducen al hombre hacia los impredecibles contornos de la infancia.
Un día se encontró con Dios, y el Señor lo hizo caballero andante. Ahora ha hecho estación aquí en esta bicentenaria ciudad del río que tiene chozas que miran al desierto como la que él mismo se construyó en Los Báez, y Cajas de Pandora con ruedas de donde en vez de males salen esperanzas como estos dibujos, como estas pinturas, como estos juguetes que cultivan el mundo de la imaginación.
Américo Fernández


martes, 14 de enero de 2014

Mara Vitanza en el Museo Soto



Mara Vitanza (viernes 10 am) expone sus piezas de barro y fuego en una de la salas del Museo de Arte Moderno Jesús Soto para cerrar el ciclo de su periplo de artista con broche de terracota y gres iniciado en Florencia hace más de cincuenta años.
         Ya está, como quien dice, en la etapa última de su vida y no quiere irse sin dejar la impronta de su arte en la memoria de los bolivarenses.  La impronta de lo que fue capaz de hacer con la arcilla de las milenarias tierras del Orinoco.
En su espaciosa casa de la calla Maracay vive y trabajó durante muchos años dibujando, pintando, modelando el barro y exigiéndole al fuego lo que debía  dar para que la obra fuera feliz.
Mara no sólo es flo­rentina por haber nacido hace siete decenios en aquella tierra etrusca, si­no fundamentalmente porque es artista. Flo­rencia es desde que fue República de los Medici, centro artístico y literario de renombre.  Pero Mara Vitanza es guayanesa porque, aunque vino de allá, “Maturista artística”, es aquí donde se realizó  tal como su esposo, Francisco Vitanza,  cuando vino al país para junto con Gabaldón combatir la malaria que estaba diezmando a Venezuela. 
Primero vivió en Barinas donde nació Ricardo y luego en Maracay donde advino  Roberto, siguiendo  a Ma­turín donde nació Darío. No tiene hijo guayanés. Sus únicos hijos angos­tureños son su arte y su "Reinita", un diminuto pájaro que fabricó su nido en la colgante araña de cristal sin im­portar la gente ni el ti­tilante reflejo de la luz. ¿Cómo puede un pajari­llo atravesar una rejilla de dos centímetros cua­drados para llegar hasta la sala de la quinta a ha­cer su nido?
 Mara en­cuentra la explicación en su acendrado amor por los pájaros y eso se ad­vierte en la predomi­nante temática de su obra. Los pájaros están allí, desde el pichón ham­briento que aletea y grita su hambre a todo pulmón hasta el que se encuentra sumergido en ese lenguaje abstracto de la forma a lo Henry Moore.
En Guayana, Mara encontró la paz  que el Duce Benito Mus­solini le negó a su patria cuando entró en alianza con el III Reich. Esa pa­tria toda península sem­brada en el Adriático quedó maltrecha por las bombas de la II Guerra Mundial. Afortunada­mente Roma, Venecia y Florencia fueron acep­tadas como ciudades abiertas, pero una que otra vez los equívocos malograron los términos de la excepcionalidad y tres veces en Florencia las nubes de bombar­deros aliados taparon el Sol y oscurecieron la ciu­dad. Mara está viva de milagro. Uno de esos mil dioses mitológicos que rigieran la vida de las dos grandes penínsulas mediterráneas la salvó, o, acaso, fue el Dios de todos los dioses, el que hoy está con ella, en su arte y en su esperanza? Tal vez. Lo cierto es que está aquí en el Museo  modelando la realidad de la materia que no es la que todo el mundo ve sino la que ella percibió con sus pro­pios mecanismos ner­viosos, humorales y bio­catalizadores, en fin, con sus vibraciones que vienen del propio cosmos con el cual está empatada desde su nacimiento.
Vive enamorada de Ciudad Bolívar.  Un día me dijo “La gente de Ciudad Bolívar tiene un encanto natural fascinante, es como el agua fluida de su gran Río, le discurre a uno por todo el cuerpo y uno se siente entonces como en paz con todos y con uno mismo. Por eso lo que sé nunca fue mío.  Lo entregué todo a mis alumnos de la Es­cuela "Alejandro Coli­na" que fundé.




Heddy Sevilla, artista de doble faceta


Heddy Sevilla es artista de doble faceta. Cultiva la palabra en el campo de la novelística y en el ámbito de las artes plásticas. Es realmente una mujer inquieta que vive para el arte pero no del arte. Ella vive, en todo caso, de su profesión de abogado y docente universitario, ya ausente de los estrados judiciales y del aula por razones de tiempo y espacio.

La conocí siendo Fiscal del Ministerio Público rondando frecuentemente por las salas del Museo de Arte Moderno Jesús Soto en tiempos de Gloria Carnevali y Getulio Alviani. Le atraía la abstracción geométrica, el arte concreto, cinético, óptico, programado, sistemático y por allí quiso experimentar ella que venía del llano y que sólo sabía de tormentas, alondras y paisajes.

Corrían los años ochenta cuando comenzó a escribir y publicar; a pintar y exponer en colectivas e individuales. Me escogió para que redactara el texto de su exposición individual en la sala de arte de Sidor. Exposición titulada “Aluminio y Hierro, elementos de expresión”. En total 27 obras que comprendían dibujos en tinta china, labrados sobre cartulina, colage, relieves volumétricos, desplazamientos y tramas utilizando la madera, el hierro y el aluminio.

En el catálogo de su exposición individual en la Sala de Arte de Sidor escribí lo siguiente: “Michel Seuphor, pintor y crítico de arte, casi a la altura del nonagenariato en medio de una lucidez artística impresionante, ha dicho en uno de sus ensayos que no debe establecerse separación absoluta entre pin¬tor y escultor puesto que si bien la escultura es incolora, no por ello deja de ser sensible. De allí que Heddy Sevilla, mujer del agua y del llano, haya podido trascender con fluidez de la pintura a la escultura, de la figura a las formas, aunque dentro de parámetros sorprendentes toda vez que ella era paisajista, nutriente, en pasado prolongado, de aquella corriente iniciada en el Círculo de las Bellas Artes y súbitamente, acaso por su cercanía diaria y constante con el Museo de Arte Moderno Jesús Soto, se encontró un día en que era constructivista, pero aprehendida dentro de los límites de la cañuela hasta que, al fin, como disidente en proceso, llegó a la dimensión real, vale decir, al arte tridimensional, a la escultura, siempre obsesionada por la línea rígida, individualmente vertical o vertical-horizontal; por ese contorno básico que es el cuadrado, dentro de un complejo de formas geométricas simples suscitando conjun¬ción de fuerzas y dinamismo virtual en el campo espacio-materia.

Sus esculturas metálicas, generalmente de hierro hueco o aluminio, ensambladas con la técnica de la soldadura autógena y que la artista concibe desde su ruptura con lo bidimensional hace cinco años, comporta e incluye lo que hoy exhibe esta Galería de Arte de SIDOR, un mismo estilo ubicable dentro de la abstracción geométrica, aún más monumental de ella: "Proyección Volumétrica", en obra limpia y erigida por Venalum en el Polideportivo Unare II.

Esta exposición individual de Heddy Sevilla es la décimo segunda. Ha participado además en diez y seis colectivas y su trabajo ascendente y de acentuada proyección, testimonia su permanencia de manera afirmativa en el contradictorio mundo de la plástica”.

Heddy Sevilla, además de sus obras plásticas ahora en manos de coleccionistas, museos, oficinas y sitios públicos, ha escrito las novelas “Tormenta” y “Ciudad Pesebre” más algunos cuentos como “Testigo Mudo”, “Entre el amor y el miedo”, “Zalemar”, “El viento, la hoja, el gusanillo y el Moriche” “Cantores de invierno” y un ensayo sobre el escritor y el artista de hoy. Sus otros textos están vinculados con el derecho y la docencia. (A.F)






Fallecimiento del maestro Jesús Soto


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Valencia, enero 14 (David Martínez Mata).- El mundo artístico conmemora hoy nueve años de la desaparición física del maestro Jesús Soto, venezolano universal por su valioso aporte al arte contemporáneo, especialmente en su trabajo ligado al arte cinético. El 14 de enero de 2005, luego de seis décadas de trabajo artístico, Soto fallece en la ciudad de París a los 81 años de edad.

Nacido el 5 de junio de 1923 en Ciudad Bolívar, Soto incursiona pintando letras y carteles, trabajo que lo hace conocer y le permite obtener una beca para estudiar en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas desde 1942 hasta 1947, donde se forma y obtiene sus primeros conocimientos teóricos del arte.

A partir de 1950 se establece en Francia, donde se interesa por el movimiento cubista y el trabajo de Cézanne, Kandinsky, Duchamp, Arp, Klee; que le permiten conocer a fondo el arte abstracto y conceptual, además de lograr procrear su trabajo artístico, que trama una interacción innegable con el movimiento y el espectador.

En la obra de Soto consta la influencia del holandés PietMondrian, logrando un estilo propio en busca de los juegos visuales, junto a las formas puras y los colores primarios. Su principal aporte, conocida como estructura cinética, se sustenta en los movimientos ópticos, lo cual le valió el reconocimiento internacional.

Soto también fue seducido por el trabajo del ruso KazimirMalevich, junto a pintores impresionistas que lograron nuevas formas de manifestación a través del color. El maestro venezolano es recordado por la originalidad que aportó al arte óptico internacional, trayectoria que le permitió obtener el Premio Nacional de Escultura de París en 1995.

A Soto se le debe la decoración interna en el edificio de la Unesco en el año 1970, en la ciudad de París, al igual que el interior del Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou en el año 1976 en la misma ciudad. Su trabajo en fue reconocido en Venezuela con la creación del Museo de Arte Contemporáneo Jesús Soto, en su ciudad natal, donde se expone parte importante de su obra.

Sus muestras han sido exhibidas en Japón, Inglaterra, Holanda y Francia, siendo en este último país donde logró el salto internacional a través de una muestra en el Museo de Arte Contemporáneo de París en el año 1969. En la actualidad su nombre es competencia del arte internacional, donde logró los mayores galardones y reconocimiento, para ser una figura del arte mundial.